
De tres posibles fechas me decidí por la que resultó (o en mi ambición fanática eso creo) el show más fugaz de todos. Fugaz porque, no sé si la energía, la emoción o la rapidez de un show eléctrico, o quizá de nuevo mi percepción fanática, o factores desconocidos para mí lo hicieron parecer una presentación apresurada, que se me figuró un suspiro de unos 40 minutos, algo a lo que no estoy acostumbrada, incluso tratándose de bandas que suenan más veloz en vivo que en estudio. Insisto en quejarme, pero simplemente no puedo lamentarlo; estoy agradecida de sobra.
La introducción fue totalmente amena, con una selección de bandas que parecía haber sido planeada minuciosamente. Al evento llegaba público diverso y por momentos me sentía en un evento clandestino sin género, lo cual resultaba muy acogedor. Me encontraba en un buen sitio; frente al escenario hacia un costado, con las bocinas retumbando en mi oído, pero no me molestó. Pedí a una pareja que se encontraban a mi lado que me guardaran el lugar y salí un momento, desde ahí comenzó la cuenta regresiva a lo que la mayoría esperábamos.
A mi regreso se había acumulado mucha gente con respecto al modesto lugar, gran parte congregados frente al pequeño escenario cantaban al unísono con la última banda invitada. Afortunadamente tras dos o tres empujones logré recuperar mi sitio y terminando la última canción, la banda invitada dejó paso abierto a la leyenda peruana. Como ya mencioné antes yo me debato entre las mariposas en el estómago y la razón, así que no pude evitar sentir mis entrañas estrujarse cuando alcancé a ver desde mi lugar una gorra que anunciaba Leuzemia sobre un apelmazado pelo canoso. Y qué euforia... volví a tener 14 años en mi primer concierto de rock. El señor F intercambiaba palabras con algunos, sonreía y movía sus manos con nerviosismo intentando no apartar la mirada de los chicos que lo acompañarían tocando, quienes ya se acomodaban en su respectivo sitio. Yo empecé a perder de a poco la noción de mí misma (perdón, realmente es de las personas que más admiro en el mundo) cuando subió al escenario, y literalmente sentí que su presencia sobre esos 30 cm de tarima me empujaría a caer sobre mi espalda; me embriagó esa sensación de incredulidad al mirar por primera vez de frente a la persona que admiras. No me gusta tener que aclarar que esto me sucede igual con Roger Waters por ejemplo que con Daniel F; me parece es igual de shockeante, o puede que incluso más en algún modo personal. Así que contuve el aliento hasta que La caracola subterránea, que me había perseguido durante las últimas semanas previas a ese día, rompió la expectación de decenas de rostros alrededor con su "Por la luz de tus labios me podría ir muriendo...". A partir de allí todo es una mancha, o dos o tres, o como diría otro maestro "Una imagen en el aire de un pintor apresurado" *. Rock en vivo, en su más puro y sencillo estado.

Recuerdo y destaco haber bailado temas de los primeros álbumes de Leuzemia, y de la nada ser absorbida - invitada - por el pogo; recuerdo haber cantado Oirán tu voz, oirán nuestra voz como un himno; recuerdo al chico con cámara en mano pidiéndome prestado mi lugar para unas tomas. Recuerdo haber escuchado Yo pienso en tí, y cantarla con la cabeza apoyada en la bocina junto a mí; recuerdo El espejismo de los sentenciados tan breve, fugaz y ensoñadora que casi no fue interpretada. Recuerdo haber sido apuñalada por El hombre que no podía dejar de masturbarse; enterrada, velada, y enseguida resucitar como muerta viviente por una Demolición. Me sentí tan ridícula como suena, pero no me sentí sola gracias a esa descomunal magia al unísono de la música en vivo. A mi alrededor pasaba algo similar con algunos mientras que otros simplemente guardaban oído, respeto y atención. El shock me duró más de una semana y no es sino hasta después de dos que puedo intentar describirlo.
Después de hechizar a casi todos con su humilde encanto, acompañado de una calidad responsable y excelente por parte de los músicos de apoyo, Daniel bajó a regalar fotos y firmas. No perdí oportunidad de llevarme a casa el recuerdo más Feo del mundo, así que le pedí una foto conmigo. De entre cientos de cosas que por semanas pensé que le diría, al final la razón se conjugó con mi emoción para dar como resultado un simple "Gracias por venir. En verdad, muchas gracias."
** De la canción "Rock en vivo", del canta autor Rockdrigo Gonzalez.
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