La alerta de género se disparó en 2015 y yo me enteré de
ello hasta 2017. Probablemente porque en 2015 yo me encontraba enclaustrada en mi propia batalla. Ahora en la ciudad hay muchas de campañas de
género, lo cual me hace sentir acogida, el saber que hay un sector que se preocupa
por sacar a la luz algo que ha estado sumergido en las tinieblas por tantos
años.
Entretanto, me encontré el mes pasado en mi segundo hogar con una
exposición llamada El tendedero, en la que la artista conceptual y activista
Mónica Mayer realiza una puesta en tiempo real de un tendedero de notas
anónimas que responden a diversas preguntas como ¿cuándo fue la primera vez que fuiste abusada
o maltratada por ser mujer? Al acercarme, una oficial de seguridad del lugar me
invitó de inmediato: “De este lado tenemos tarjetas y pinzas por si gustas
aportar, o del otro lado se encuentra el libro para que conozcas más de la
autora.” Intrigada, me tomé el tiempo de leer todas las notas, y terminé
conmovida (aunque no sorprendida) ante la cruda normalidad con que bajo el
anonimato muchas mujeres relatan en breve desde lo más
molesto hasta lo más triste que se puede pasar por el hecho de ser mujer en México, tan sólo
en México.
Así que tomé un bolígrafo y tendí lo mío. Nunca pensé que podría relatar tanto en sólo dos tarjetas: Dolor, traición, rabia, injusticia; reducidos fríamente a sólo dos párrafos.
Antes de irme recorrí los libros recomendados respecto al tema y encontré una joya. Lo traje a casa por curiosidad y nunca pensé que me ayudaría tanto, pero fue como una sacudida preocupada seguida de un abrazo.
Así que tomé un bolígrafo y tendí lo mío. Nunca pensé que podría relatar tanto en sólo dos tarjetas: Dolor, traición, rabia, injusticia; reducidos fríamente a sólo dos párrafos.
Antes de irme recorrí los libros recomendados respecto al tema y encontré una joya. Lo traje a casa por curiosidad y nunca pensé que me ayudaría tanto, pero fue como una sacudida preocupada seguida de un abrazo.